sábado, 16 de junio de 2012

Capítulo 1. Llegada a Lakevalley

Hola, a todos. Me llamo Judith tengo 13 años y, esta es una historia que he decidido comenzar...


Portada:


Capítulo 1. Llegada a Lakevalley


Se veía perfectamente como el sol se posaba en las hermosas montañas de LakeValley desde la ventanilla del coche de mi madre. Suspiré. Nunca había estado en un pueblo. Supuse que las personas de ese lugar serían muy malhabladas y no tendrían ni la menor idea sobre la tecnología.
Mi hermana pequeña interrumpió mis pensamientos con el sonido de las pompas de chicle de fresa que hacía.
-
¿Te puedes estar quieta?-Dije desde el asiento de delante muy molesta.
-¡Mamá! Sólo estoy masticando chicle.
-¡Eres irritante!-Dije frunciendo el ceño.
-¡Estaros quietas! Estoy igual de cansada como vosotras así que por favor, no me agobiéis. 
La cara de mi hermana tomó una expresión algo molesta.
Me olvidé de ella y me fijé lo rápido que pasaban los árboles. 
En un momento, el coche de mi madre se detuvo en una casa de aspecto muy antiguo. 


-¡Guau! Menuda chabola. Se va a caer a cachos.-Decía mi hermana mientras guardaba su consola en su bolso.
-¡Lea, no seas tan malhablada!- Replicó mi madre.
Mi hermana tenía razón. La casa era una auténtica chabola. El césped estaba todo descuidado y, había basura por todos lados. Se podía afirmar que la gente de aquí no tenía educación.
-Vuestro padre no debe de tardar nada en llegar junto con los de la mudanza. Mientras id a explorar la casa si queréis.


Mi madre abrió la puerta y, emitió un chirrido que, al oírlo se me pusieron los pelos de punta.
Habían unas escaleras de madera. Y, empecé a subirlas. La vieja madera crujía como en una película de terror. 
Llegué al piso de arriba. Había una habitación amplia y con una gran ventana. Esta iba a ser mi habitación. Pude ver que había una cómoda de madera de caoba, llena de polvo. Dibujé mi nombre sobre ese polvo tan viejo. Melody Tyler. 
Me asomé a la ventana. Pude respirar el inconfundible olor a campo. No estaba acostumbrada a ese olor. Era raro para mí. 
En la casa de en frente, estaba muy bien cuidada. Una valla blanca pintada a la perfección y todas las paredes de fuera de la casa pintadas de azul marino. Decidí llamarles a los qué viviesen ahí: "Los perfectos." 


Una sonora bocina me sorprendió mientras miraba las nubes desde mi ventana. Eran mi padre y los de la mudanza. No pude contener la risa al ver a un señor calvo, muy gordo y cejijunto. Parecía un cavernícola de mi libro de sociales de sexto. En cambio, el otro hombre era delgado y con una barba igual que la de Santa Claús. Blanca como la nieve. 


Tardaron dos horas en colocar todos los muebles en la casa. Mi hermana se había quedado dormida en el sofá de cuero del salón. Parecía un angelito. 


Yo, ya empezaba a tener sueño. Eran las once de la noche. Para una chica de 14 años, esa hora es demasiado tarde... Así que. Me acurruqué en otro sillón y, arropada con una vieja manta, me envolví en un mundo de sueños.

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